Historias de vida, no corrientes ideológicas. Esa conducta pareciera que se estuviese acentuando en muchos votantes, a lo largo del país. No hablamos de que sea algo masivo, pero sí de una tendencia que parece consolidarse, y, por simbiosis, hasta los propios políticos la alimentan.
¿Ejemplos? En las campañas, afiches y spots en televisión, radio e Internet se centran en los candidatos, en sus nombres, sus gestos, sus imágenes, y minimizan o directamente ni mencionan a qué fuerza pertenecen. “Cristina, Cobos y vos”, decían austeramente los afiches del kirchnerismo en el 2007. “Tengo un plan”, anunciaba Francisco De Narváez, sin indicar qué fuerza representaba. Este proceso no es nuevo, pero la velocidad de su difusión se aceleró en los últimos años.
Del mismo modo, se escucha cada vez más decir “yo voto a tal”, “yo voto a X”, “yo voto a mengano”, y mucho menos “yo siempre voto al peronismo”, o “yo soy socialista”, o “yo soy de derecha”. Cada vez más se detecta la tendencia a hablar y actuar, políticamente, en términos de personas. Las cuestiones abstractas, así, parecen quedar relegadas, o por demasiado complejas, o por tediosas, o por tener demasiado “sabor” a política, y, eso está instalado, es malo. Esto se refuerza con la desconexión cada vez mayor que parece haber entre una masa de votantes y las categorías ordenadoras de lo político: izquierda, derecha, conservadurismo, progresismo, liberalismo. El efecto de personalización de la política enfatiza ese borramiento de las conexiones entre la imagen de un candidato y su ideología.
Y no es que “no existen más las categorías ‘izquierda y derecha’”, como suelen decir quienes no se asumen como conservadores, sino que muchos votantes no las tienen presentes al momento de emitir su voto, que no es lo mismo. No deja de ser grave esta disociación. Si uno vota por características personales a tal o cual candidato…¿qué relación tiene eso con el modelo de país, de provincia o de municipio que llevará adelante? Si voto a alguien porque “es millonario y entonces no va a robar nada”, ¿qué implica esa característica para saber qué modelo de salud y educación pública quiere? ¿Qué relación hay entre esos atributos y la política a seguir una vez que se asume un cargo?
Si voto a alguien porque “es exitoso; se hizo de abajo, y le habla a la gente de cosas simples”, ¿cómo imagino que abordará la conducción de una fuerza policial? ¿La depurará de ladrones, violadores y secuestradores? ¿O hará un pacto de “no innovar” con las cúpulas? ¿Impulsará planes de viviendas, accesibles para la mayoría de las clases sociales, o dejará todo en manos del “libre mercado”? ¿Qué hará cuando un hospital privado quiebre? ¿Lo estatiza y socializa las pérdidas, manteniendo los puestos de trabajo y la atención a los pacientes, o deja que todo lo arregle la Justicia y ya?
Y el tema, delicado, es que esas personas que uno vota, por tales o cuales rasgos personales, sí o sí, cuando gobiernan, toman decisiones…ideológicas, o según sus valores, sus visiones de mundo, o como quieran llamarlas. O sea, se los vota por aspectos personales pero ellos gobiernan, obviamente, con ideología. Ese foso es el que se hace presente con fuerza, y, al parecer, la tendencia se acentúa.
Y tenemos a Mauricio Macri, cuya fuerza de centroderecha ha ganado en la ciudad de Buenos Aires las elecciones de 2005, 2007, 2009 y 2011, tanto legislativas como a Jefe de Gobierno. Una centroderecha que, intencionalmente, no se presenta como tal, sino que apela a frases inevitablemente edulcoradas. ¿Quién va a estar en contra de “solucionarle los problemas a la gente”? El dilema que ese es el slogan, pero en el poder las “soluciones a los problemas de la gente” pueden ser muy diferentes, según el color político. Y “solucionarle los problemas a la gente” no es un plan de gobierno, ni una indicación de qué valores guiarán el rumbo de la gestión.
Y ahora pensemos en Macri, en términos de atributos personales: es empresario, por ende, es rico, y “exitoso”, o, al menos, es alguien asociado a generar puestos de trabajo y riqueza y, además, queda dicho, “como tiene guita no va a robar”. Siguen los éxitos: gana las elecciones en Boca, y el club obtiene las mejores marcas de su historia en cuanto a títulos futbolísticos. Penetra su imagen en un universo popular distinto al que ingresaba por su pasado de empresario. Por último, “da bien en cámara”, simula ser descontracturado, alegre pero no irresponsable, no le tiene miedo al ridículo, se besa ante las cámaras con su mujer embarazada...o sea…parece un tipo macanudo. Y encima es exitoso como empresario, como dirigente de un club, y no le hace falta robar. Es una persona indicada para gobernar la ciudad de Buenos Aires. ¿Que es de derecha? Eso no importa, eso ya no existe, o, si existe, Macri no “parece” de derecha. Si tiene un rabino de candidato, una mujer especialista en Desarrollo Social de vicejefa, y una persona discapacitada como dirigente importante de su partido, y todos sabemos que la centroderecha odia a esos sectores.
Por último, en cinco meses, un actor cómico que jamás se interesó públicamente por la política, la economía, la salud, la educación, las obras públicas, o la cultura de su provincia; que decidió presentarse para gobernar esa provincia hace cinco meses, sin haber participado antes en ningún tipo de cargo ni de debate público sobre qué modelo de gestión piensa seguir. Que tiene un léxico limitado y que reconoce que no sabe de la mayoría de las cosas que tendrá que resolver si gana para el cargo al que se presenta. Ese actor cómico, casi es electo gobernador de Santa Fe por el voto de más de 600 mil de sus comprovincianos, de todas las clases sociales, respaldado en la misma coalición de centroderecha que sostiene a Macri. Y no es que Del Sel hizo esa elección “a pesar de” todo lo que mencionamos recién, sino al revés: “gracias a” esos elementos.
Pero atención. En Santa Fe, al no existir “lista sábana”, la tendencia a la personalización de la política es más brutal. Miguel Del Sel no tenía que instalarse para ser conocido. Ya lo era de antes. Y por ser exitoso, por “hacerse de abajo”, por triunfar, nada menos, que en el mundo de la televisión y del teatro. Y encima hizo dinero, mucho, y, claro, “no va a robar”. Por eso, como hipótesis: una parte importante del voto al PRO en Santa Fe es justamente a Del Sel en tanto exitoso-rico-persona que no viene de la política. No se lo vota, en muchos casos, a conciencia como un conservador. Se lo vota en base a apelaciones a su “imagen pública”. Y si será de fuerte la tendencia a la personalización, que el PRO, que casi gana la gobernación, no ganó ni en un solo municipio de toda la provincia, y terminó tercero en las elecciones a legisladores provinciales. No se votó por el PRO. Se votó por Del Sel.
La cuestión clave es: las políticas sanitarias, educativas, económicas, culturales, etc, ¿se definen según qué visión de mundo tenga ese gobierno, o según el puesto de trabajo, la imagen, los gustos personales del gobernador? Del Sel, de haber sido electo, ¿qué hubiera hecho ante un proyecto para que la provincia fabrique medicamentos? ¿Se hubiera basado en sus creencias, ideologías, valores, visión de mundo, o en que es profesor de educación física y cómico?
Esta es la opinión de nuestro amigo Ale, a quien agradecemos saber poner en claras, clarísimas palabras, lo que muchos no sabemos cómo decir: ¡GRACIAS ALE, NUEVAMENTE!
1 comentario:
Muy buen articulo, 100% de acuerdo! Ya no hay división entre propaganda politica y publicidad. La política recibe el mismo tratamiento que un producto, desde un aspecto gráfico, discursivo, viral, etc.
No estoy a la altura de poder analizarlo como fenómeno global, pero esta clarisimo que ya no pensamos, consumimos.
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