Escribo esta nota con motivo de comentar el spot televisivo del candidato radical Ricardo Alfonsín. (Se puede ver en http://www.youtube.com/watch?v=pfs6FuOfgcU)
En dicho spot Ricardo Alfonsín nos relata por qué quiere ser presidente y nos cuenta que tuvo la posibilidad de viajar visitando países limítrofes como Chile, Brasil, Uruguay. Allí encontró países seguros y ordenados. Por eso se pregunta por qué en Argentina no podemos hacer lo mismo.
En dicho spot Ricardo Alfonsín nos relata por qué quiere ser presidente y nos cuenta que tuvo la posibilidad de viajar visitando países limítrofes como Chile, Brasil, Uruguay. Allí encontró países seguros y ordenados. Por eso se pregunta por qué en Argentina no podemos hacer lo mismo.
A partir del nuevo siglo Latinoamérica asistió a un momento histórico en el que asumieron como presidente varios candidatos de corte progresista, socialista (Ricardo Lagos Escobar en Chile, Luis Inácio Lula Da Silva en Brasil, Tabaré Vázquez en Uruguay, Néstor Kirchner en Argentina...).
Gobiernos que podrían considerarse exitosos y que lograron combatir varios de los problemas que flagelaban a dichos países por ese entonces.
Consideremos a los países que menciona Alfonsín y su lucha contra los índices de pobreza:
En Brasil el programa de Bolsa Familia por ejemplo ha beneficiado a 11 millones de familias. En Uruguay el Plan de Emergencia Social y el Ingreso Ciudadano llegó a 80 mil y 77 mil familias respectivamente (1). En Chile por ejemplo el índice de pobreza pasó del 40% en 1990 a 13% en 2006.
Pero antes de seguir contrastemos esta información con otra:
Por ejemplo en Brasil todavía el sector más rico de la población obtiene el 45% de las ganancias mientras que el 50% más pobre sólo el 14%, o que el 74% de la población es considerada con analfabetismo funcional (2) (3).
En Chile, a pesar de la notable disminución de la pobreza, luego de 20 años los siguientes índices siguen muy similares: el 10% más rico de la población se queda con un 40% del PBI y el 1% más rico con el 30% (4) (5).
Es decir, estos gobiernos efectivamente atendieron a un problema, la pobreza. Pobreza entendida conceptualmente como lo que podemos leer en cualquier medio de comunicación: pobre es aquel que considerando sus ingresos no puede acceder a una canasta básica de bienes (No por nada se genera una discusión importante en nuestro país en torno a si las estadísticas relacionadas a ingresos y precios de bienes afecta más a ricos o a pobres). De manera que la solución alcanzada resultó ser, por así decirlo, de un orden técnico: elevar el nivel de ingreso o facilitar el acceso a esa canasta básica. Y un crecimiento económico del país sin duda posibilitaba atender a estas cuestiones.
Atender esas necesidades permite tener seguramente un país más ordenado, apaciguando las manifestaciones sociales que reclamaban cosas básicas como poder comer. Había consenso en un amplio sector de la sociedad argentina que entendía hacia comienzo del siglo que había que atender a los desnutridos de las provincias, ayudar a los comedores del conurbano, a los cartoneros clasificando la basura, etc.
Seguramente se puede tener un país más seguro cuando se amplían beneficios asistenciales a una gran parte de la población vulnerable. No por nada proliferan los lugares comunes y las frases de perogrullo como: "si alguien no tiene para comer es obvio que va a salir a robar" como si todos los pobres fueran ladrones, o todos los ladrones fueran los pobres (De cualquier manera nada garantiza que ante un inminente recorte presupuestario a los primeros que se les retiren los beneficios económicos sean a los sectores más vulnerables).
Lo que no permitió tener un país “ordenado y seguro” en Argentina, a imagen de algunos otros de Latinoamérica, fue poner sobre la mesa un concepto de pobreza distinto. Una concepción que viene de la mano del concepto de desigualdad, del de distribución de la riqueza y del poder, no sólo económico. Que no sólo se determine en función de ingresos, sino del desarrollo de capacidades que quien no es pobre en sentido estricto sí puede desarrollar: capacidad de gestionar un hogar propio o un retiro jubilatorio ante aportes insuficientes, acceso a medios de comunicación de calidad, participación en las ganancias en una empresa, entre otras cosas.
Porque conflicto trae, en definitiva, discutir renta. Así sucedió que las manifestaciones o reclamos comenzaron a realizarlas aquellos sectores que sentían que le metían la mano en el bolsillo. Entonces el consenso, social y de los medios de comunicación, pasó a legitimar que teníamos un país o un gobierno que todo el tiempo proponía conflicto, crispación, etc.
Sin duda hoy el conflicto no tiene tanta buena prensa como a principio de siglo, siendo que la situación del país no es tan complicada como antes: ahora las manifestaciones molestan, la constante discusión es tediosa (¿Quién no quería discutir en 2001, por ejemplo?), seguir analizando el pasado es cansador, los cartoneros dejan todo sucio, los beneficios asistenciales se usan para el juego y la bebida, sus beneficiarios no quieren conseguir trabajo formal, etc, etc.
Y no por nada son más permeables spots de candidatos que proponen menos enfrentamiento, menos crispación, más tolerancia...
Consideremos a los países que menciona Alfonsín y su lucha contra los índices de pobreza:
En Brasil el programa de Bolsa Familia por ejemplo ha beneficiado a 11 millones de familias. En Uruguay el Plan de Emergencia Social y el Ingreso Ciudadano llegó a 80 mil y 77 mil familias respectivamente (1). En Chile por ejemplo el índice de pobreza pasó del 40% en 1990 a 13% en 2006.
Pero antes de seguir contrastemos esta información con otra:
Por ejemplo en Brasil todavía el sector más rico de la población obtiene el 45% de las ganancias mientras que el 50% más pobre sólo el 14%, o que el 74% de la población es considerada con analfabetismo funcional (2) (3).
En Chile, a pesar de la notable disminución de la pobreza, luego de 20 años los siguientes índices siguen muy similares: el 10% más rico de la población se queda con un 40% del PBI y el 1% más rico con el 30% (4) (5).
Es decir, estos gobiernos efectivamente atendieron a un problema, la pobreza. Pobreza entendida conceptualmente como lo que podemos leer en cualquier medio de comunicación: pobre es aquel que considerando sus ingresos no puede acceder a una canasta básica de bienes (No por nada se genera una discusión importante en nuestro país en torno a si las estadísticas relacionadas a ingresos y precios de bienes afecta más a ricos o a pobres). De manera que la solución alcanzada resultó ser, por así decirlo, de un orden técnico: elevar el nivel de ingreso o facilitar el acceso a esa canasta básica. Y un crecimiento económico del país sin duda posibilitaba atender a estas cuestiones.
Atender esas necesidades permite tener seguramente un país más ordenado, apaciguando las manifestaciones sociales que reclamaban cosas básicas como poder comer. Había consenso en un amplio sector de la sociedad argentina que entendía hacia comienzo del siglo que había que atender a los desnutridos de las provincias, ayudar a los comedores del conurbano, a los cartoneros clasificando la basura, etc.
Seguramente se puede tener un país más seguro cuando se amplían beneficios asistenciales a una gran parte de la población vulnerable. No por nada proliferan los lugares comunes y las frases de perogrullo como: "si alguien no tiene para comer es obvio que va a salir a robar" como si todos los pobres fueran ladrones, o todos los ladrones fueran los pobres (De cualquier manera nada garantiza que ante un inminente recorte presupuestario a los primeros que se les retiren los beneficios económicos sean a los sectores más vulnerables).
Lo que no permitió tener un país “ordenado y seguro” en Argentina, a imagen de algunos otros de Latinoamérica, fue poner sobre la mesa un concepto de pobreza distinto. Una concepción que viene de la mano del concepto de desigualdad, del de distribución de la riqueza y del poder, no sólo económico. Que no sólo se determine en función de ingresos, sino del desarrollo de capacidades que quien no es pobre en sentido estricto sí puede desarrollar: capacidad de gestionar un hogar propio o un retiro jubilatorio ante aportes insuficientes, acceso a medios de comunicación de calidad, participación en las ganancias en una empresa, entre otras cosas.
Porque conflicto trae, en definitiva, discutir renta. Así sucedió que las manifestaciones o reclamos comenzaron a realizarlas aquellos sectores que sentían que le metían la mano en el bolsillo. Entonces el consenso, social y de los medios de comunicación, pasó a legitimar que teníamos un país o un gobierno que todo el tiempo proponía conflicto, crispación, etc.
Sin duda hoy el conflicto no tiene tanta buena prensa como a principio de siglo, siendo que la situación del país no es tan complicada como antes: ahora las manifestaciones molestan, la constante discusión es tediosa (¿Quién no quería discutir en 2001, por ejemplo?), seguir analizando el pasado es cansador, los cartoneros dejan todo sucio, los beneficios asistenciales se usan para el juego y la bebida, sus beneficiarios no quieren conseguir trabajo formal, etc, etc.
Y no por nada son más permeables spots de candidatos que proponen menos enfrentamiento, menos crispación, más tolerancia...
1 http://www.mides.gub.uy/mides/text.jsp?contentid=104&site=1&channel=mides
2 http://www.espacioalternativo.org/node/1710?id_syndic_article=3644
3 http://seriesestatisticas.ibge.gov.br/ Véase también http://www.ine.gub.uy/
4 y 5 http://www.prtchile.org/index.php?option=com_content&view=article&id=94&Itemid=28 y http://www.ine.cl/home.php).
2 http://www.espacioalternativo.org/node/1710?id_syndic_article=3644
3 http://seriesestatisticas.ibge.gov.br/ Véase también http://www.ine.gub.uy/
4 y 5 http://www.prtchile.org/index.php?option=com_content&view=article&id=94&Itemid=28 y http://www.ine.cl/home.php).
1 comentario:
El problema es que en este país va a seguir habiendo manifestaciones y quilombos, por razones políticas, no por necesidades. Se atiende la pobreza pero cuanto más se da, más se pide, es la cultura política del argentino. No digo que la gente pída, sino que la gente es usada por la política, y siempre ¨van a pedir más¨...aclaro, no ellos, sino quiénes los mandan. Lamentablemente.
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