Mi primer amor
Hubiera preferido escribir esto en caliente, a las pocas horas de que se fuera Néstor Kirchner.
Ya leí tantas cosas sobre su muerte; ejercité como nunca la tolerancia y no le hice asco a nada: desde el tristemente célebre Rosendo, pasando por el siempre crispado Morales Solá, hasta el humor necesario de Barcelona y el dolor sincero de los medios “amigos”. Me dediqué a escuchar y ver, pero sobre todo a ver.
Lo primero que me llamó la atención fue que los medios hegemónicos –y, por derivación lógica, opositores a un Gobierno nacional y popular- se centraron enseguida en el futuro: ¿Y ahora qué? Cristina sola contra los monstruos del PJ y la burocracia sindical. Tan débil y falta de convicciones. En cambio, los medios que no perdieron la cabeza y el compromiso con la profesión, se dieron el espacio para hacer una pausa, dar paso primero al dolor, honrar el enorme legado de Néstor y después ver: Cristina no está sola, es fuerte y tiene muchas convicciones.
Reconozco que cansó un poco el relato de “cómo me enteré de la noticia”, así que intentaré evitarlo. Pero tengo que decir que la secuencia de sentimientos fue digna de la pérdida de un ser querido y cercano: incredulidad-sorpresa-depresión (por momentos profunda)-sorpresa otra vez-más sorpresa-orgullo.
Las imágenes posteriores a esa mañana de censo y tragedia se me aparecen como en un video editado a las chapas, de esos que te marean. La Plaza de Mayo fue testigo de ese choque de sensaciones, el dolor inmenso por la pérdida, la contención de estar todos ahí, la confirmación de que somos un montón que no sólo estamos tristes, sino que también vamos a seguir apoyando a este Gobierno, cada uno desde su lugar, pero con más entusiasmo que antes.
Ahora que se murió Néstor me doy cuenta, con pena, de que estuve detrás de la historia todo este tiempo. Mi apoyo al modelo que se inició en el 2003 fue de lo más tibio que me puedo imaginar y está al límite de lo perdonable. Abrí los ojos en la noche del 28 de junio del 2009 y me di cuenta de que ese tipo enorme, bizco y feo era mi primer amor en la política. Lo que no había logrado Perón, a pesar de cargar con el gen peronista en mi ADN, lo pudo el Néstor derrotado por poquito ante el colorado sin vergüenza ni plan.
Tan tarde me di cuenta. Perdón.
Puedo intentar racionalizar, aunque nunca justificar esa falta. Nada nuevo: mi experiencia personal con la política (concreta, no la que estudiamos en la facultad) constituyó una larga serie de desilusiones que no estalló, sino que empezó en diciembre del 2001. A los 19 años vi un país en llamas, viejos llorando, pibes muertos, un presidente escapando en helicóptero, una seguidilla de presidentes impresentables, el desembarco del señor feudal del conurbano, más muertes en la estación. No sé si creía en el “que se vayan todos”, pero sin dudas creía en el “son todos iguales”, que aún hoy muchos no se animan a enterrar para siempre.
Néstor pudo haber sido igual a todos, pero fue el más distinto. Necesario en el perdón por el silencio canalla del Estado argentino ante la represión de la última dictadura; reparador con el gesto de la mano levantada para que, por favor, se bajaran los cuadros; fantástico en el discurso de asunción, diciendo que no pensaba dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada; valiente reformando la corte adicta por una que al menos inspira respeto; loco, loquísimo pintándole la cara a Bush en Mar del Plata y dejando que otro loco venezolano copara la parada y le quitara el protagonismo; justo cortando las cadenas que nos sometían al FMI, para que nunca más pueda decir MU; visionario interpretando que la unión latinoamericana nos iba a llevar más cerca de ser el país que queremos.
La lista siguió, se consolidó con Cristina y tiene que radicalizarse de ahora en más. Para mi corta experiencia es mucho, muchísimo más de lo que hubiera esperado de un tipo que se calzó la banda presidencial. Pero ahora que me desperté (y cada día es más verdad que Néstor no está) y llegamos hasta acá, me gustaría que su muerte sirva para que muchos que dudan, ya sea por sus antepasados gorilas, por desencanto con la política, por sobredosis de TN, por apoliticidad innata, por lo que sea, se desprendan del prurito de apoyar a un Gobierno, por una vez en la vida. Tanto pueblo agradeciendo la dignidad recuperada no se puede equivocar. Es el amor, estúpido(s).
Me quedan mil cosas. Este fue un intento de reiniciar mis pensamientos, ordenarlos y desordenarlos en la escritura. Y hay otra cosa muy importante –sino la más- por la que Néstor fue distinto: nos dejó a Cristina. Y para ser sincera, mi primer amor político fueron ellos dos, compañeros de vida y militancia, que vivieron juntos y murieron a destiempo. Menos mal.
PD: Mentira que ejercité la tolerancia. Cuando hay tanto amor, no hay lugar para la tolerancia.
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